domingo, 29 de diciembre de 2013

GARCÍA MÁRQUEZ: LOS TIEMPOS DE UNA CRÓNICA



MANEJOS DE LA TEMPORALIDAD
EN CRÓNICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA
DE GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ

En Conversación de otoño. Homenaje a Mario
Vargas Llosa, VVAA, pp. 337-345, Murcia, 1997.


Consciente del peligro de plagio crítico que conlleva cualquier acercamiento a la producción narrativa de un autor cuya obra ha suscitado el mayor volumen de estudios de los últimos treinta años en los ámbitos del hispanismo, siendo asimismo el más unánimemente aplaudido por profesores y especialistas, por colegas de las más diversas culturas y legiones de lectores de todo el mundo; consciente del riesgo, pues, he optado por afrontar este análisis de un modo ciego y, dicho sea sin pudor, de un modo desnudo –si se permite la osadía de dos adjetivos tan poco académicos–, apenas con el exclusivo soporte de las ajustadas consideraciones de Boris Tomachevski acerca de los conceptos “trama” y “argumento” (o “historia” y “discurso”) en relación al tiempo en el relato, por un lado, y por otro, cómo no, de las huellas textuales rastreadas con tal propósito en las páginas de Crónica de una muerte anunciada, título aparecido en 1981 y que supuso el definitivo espaldarazo para la concesión del Premio Nobel de Literatura.
            Es por ello que se ha estructurado el desarrollo del trabajo en dos partes. En la primera nos limitamos a transcribir, tras una breve actualización teórica, aquellos lugares de la novela en donde se hace una referencia expresa al tiempo de la historia, con pormenorizaciones y pistas que aseguran al receptor un dominio casi absoluto del periplo de los protagonistas en cada momento. En una segunda parte se aborda el análisis de tales exactitudes cronológicas mostrando su incidencia según el orden de aparición en el texto, para, acto seguido, habilitar el orden lógico que de él se desprende, circunstancia esta que de alguna manera tuvo que prenotar el autor antes de aplicarse a la redacción de los hechos, pues de otro modo no se entendería ese infalible despliegue informativo-documental que constituye el calculado armazón de la historia.         

Fue Doris Lessing quien, en su excepcional Laocoonte, siguiendo un antiguo tópico de estirpe aristotélica, caracterizó a la literatura y a la música como artes temporales, frente a las denominadas artes espaciales, entre las que estarían la pintura y la escultura. Es evidente que todo discurso literario implica sucesión y movimiento, pero mucho más en el caso de la novela, género en donde estos rasgos se extreman hasta llegar a convertir la administración del tiempo en el auténtico eje conductor. Si recordamos ahora la definición que del discurso o “argumento” diera Tomachevski, se observará con facilidad que la distinción entre la trama (u orden lógico-causal de lo sucedido) y el argumento (u orden artístico en que aquella trama se traduce) reposaba en gran medida sobre la instancia temporal; en efecto, el novelista podía ordenar los hechos de una forma distinta a como habían sucedido, presentando unos antes y otros después y, en definitiva, construyendo de nuevo su discurso. Así que, como el lenguaje es temporalidad y se desarrolla en la sucesión, la estructura discursiva implica necesariamente una organización cronológica: al género novela, según esto, nunca le es ajeno el tiempo.
            Siempre se ha destacado, y más aún después de Tomachevski, que el asunto del tiempo en el relato debe remitirnos a la tasación de dos columnas o cronos interrelacionados: el de la historia, según el cual todo hecho sucede dentro de un orden lógico-causal que atiende a un orden de desarrollo y a una frecuencia; y el del discurso, pues es claro que toda ficción literaria organiza, administra y manipula a su manera aquel tiempo de la historia, creando así una nueva dimensión temporal que desobedece las reglas de esa lógica causa-efecto. Por consiguiente, el punto de partida para cualquier estudio de esta índole consistirá en poner de manifiesto la falta de correspondencia entre uno y otro tiempo (repito: el de la historia y el del discurso). La teoría clasicista de la unidad propendía a salvar esa distancia haciendo coincidir ambas columnas en lo posible, pero es un hecho que en Literatura tal identidad es poco menos que utópica. (A pesar de lo cual, anticipo desde aquí que la novela que hoy motiva estas palabras no deja de alentar ese destino, y aspira a ser, a mi juicio, una atrevida excepción a esa utopía, como más adelante se verá).
            Ya nos hizo notar la clarividencia crítica del profesor Baquero Goyanes que la relación del tiempo de la historia con el tiempo del discurso puede establecerse desde tres ejes; verbigracia: 1) Relaciones entre el orden temporal de sucesión de los hechos en la historia y el orden en que están dispuestos en el relato; 2) Relaciones de duración, o el ritmo y rapidez de los hechos en la historia frente al ritmo o rapidez del discurso; y 3) Relaciones de frecuencia, esto es, repetición de hechos en la historia y repeticiones en el discurso. A partir de ahora yo me centraré sobre todo en el primer eje, tratando de recomponer el orden lógico de la trama desde las huellas textuales que el autor introduce dosificadamente en la narración. Más adelante haré también una cala en lo que se refiere al segundo aspecto, el de la duración, ya que estimo que García Márquez, a conciencia, debió esforzarse en aproximar esos dos tiempos para dotar a su novela de una cierta unidad –unidad de tiempo, claro–, según el postulado clásico. En cuanto al tercer eje, aplazo su estudio por razones de prioridad y espacio –que el lector, universitario o no, seguro agradecerá–, pues sin duda se desliza hacia dominios no exclusivos de la temporalidad que, me temo, pudieran desequilibrar las virtuales pretensiones de este artículo.
            Pero empecemos con nuestro objeto. La organización del discurso en esta breve pero intensa novela nace de una apertura intrigante en donde, paradojas de la intriga, ya se anticipa el final; y se anticipa en serio, sin el falso guiño de aquel no menos ejemplar comienzo de Cien años de soledad (recuérdese la expectativa frustrada de que el coronel Aureliano Buendía terminara sus días “muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento”, pero luego resulta que sobrevive a ese lance y entonces el lector debe corregirse a sí mismo por haber sospechado lo que la deliberada ambigüedad del narrador quiso que sospechara). Además, en la Crónica, también desde el principio se nos aporta el primer dato importante en forma de señal horaria: las 5.30 de la mañana, cuando Santiago Nasar, la anunciada víctima, se levanta “para esperar el buque en que llegaba el obispo”. Puede decirse que desde esa cifra exacta hasta que muere asesinado noventa y cinco minutos después (esto es, hasta las 7.05, hora que aunque no se hace explícita en el texto sí que puede desprenderse con relativa facilidad) tiene lugar el ámbito “presente” de la narración, al menos en cuanto atañe al sacrificado protagonista.
            Por otro lado, el paréntesis discursivo observa varios grados de ampliación hacia el pasado (la llegada al pueblo de Bayardo San Román, por ejemplo) y hacia el futuro (como es el reencuentro de los desposados mucho después de la tragedia). No obstante, nos interesa más que ningún otro el período que se remonta a las dos de la madrugada, cuando víctima y victimarios, ajenos todos a su destino inminente, compartían los últimos coletazos de la fiesta de bodas en la casa de María Alejandrina Cervantes. Así, el tiempo abarcado –que, sabemos, se sitúa unos veintidós años atrás respecto al presente de la narración, hecha en forma de crónica periodística– se podría concretar entre las dos de la madrugada de ese “lunes funesto” y las 7.05 de la misma mañana; esto es, en unas cinco horas que cubren el arco de separación física entre las dos partes enfrentadas, ya que, como más arriba apunté, ambas disfrutan de la parranda más o menos hasta las dos, pero se colige que desde las tres hasta el momento del crimen los agresores Pedro y Pablo Vicario pasan su tiempo buscando, o diciendo que buscan, a la otra parte (Santiago Nasar, único en el pueblo que ignora esa búsqueda) con el propósito de asesinarlo.
            Pero veamos, en síntesis, el orden discursivo en que se van sucediendo tales huellas horarias, según la disposición novelística del tiempo (citamos número de página por nuestro ejemplar de Editorial Bruguera, 11ª edición, diciembre de 1982):
   
p. 9: “Santiago Nasar se levantó a las 5.30 de la mañana”
p. 10: “desde que salió de su casa a las 6.05 hasta que fue destazado como un cerdo una hora después
p. 32: [Cristo Bedoya] “Había estado de parranda con Santiago Nasar y   conmigo hasta un poco antes de las cuatro
p. 34: “Eran las 6.25. Santiago Nasar tomó del brazo a Cristo Bedoya y se lo llevó hacia la plaza”
p. 71: “en el puerto, 45 minutos antes de morir” [=a las 6.20]
p. 74: “Por allí pasaron entre otros muchos los hermanos Vicario, y estuvieron bebiendo con nosotros y cantando con Santiago Nasar cinco horas antes de matarlo” [=hacia las dos] 
p. 77: “Los gemelos volvieron a la casa un poco antes de las tres, llamados de urgencia por su madre”
p. 81: “habían empezado por buscarlo en la casa de María Alejandrina Cervantes, donde estuvieron con él hasta las dos
p. 82: “Por allí entró de regreso a su casa, en efecto, cuando hacía más de una hora que los gemelos Vicario lo esperaban por el otro lado” [=hacia las 4.20]
p. 83: “Faustino Santos, un carnicero amigo, los vio entrar a las 3.20 cuando   acababa de abrir su mesa de vísceras”
p. 87: “La tienda vendía leche al amanecer y víveres durante el día, y se transformaba en cantina desde las seis de la tarde. Clotilde Armenta la abría a las 3.30 de la madrugada”
p. 88: “Los hermanos Vicario entraron a las 4.10” [en la tienda de Clotilde Armenta]
p. 90: “El coronel Lázaro Aponte se había levantado un poco antes de las cuatro. Acababa de afeitarse cuando el agente Leandro Pornoy le reveló las intenciones de los hermanos Vicario”
p. 91-92: “Entonces fue a la plaza por la calle del puerto nuevo, cuyas casas empezaban a revivir por la llegada del obispo. Recuerdo con seguridad que eran casi las cinco y empezaba a llover, me dijo el coronel Lázaro Aponte”
p. 94: “Los hermanos Vicario les habían contado sus propósitos a más de doce personas que fueron a comprar leche, y estas los habían divulgado por todas partes antes de las seis
p. 95: [Clotilde Armenta] “Después de las cuatro, cuando vio luces en la cocina de la casa de Plácida Linero, le mandó el último recado urgente a Victoria Guzmán con la pordiosera que iba todos los días a pedir un poco de leche por caridad”
p. 104: “Santiago Nasar entró en su casa a las 4.20, pero no tuvo que encender ninguna luz para llegar al dormitorio”
p. 107: [Santiago Nasar] “Fue a él a quien se le ocurrió, casi a las cuatro, que subiéramos a la colina del viudo de Xius para cantarles a los recién casados”
p. 109: [Santiago Nasar, entre las 4.10 y las 4.20] “No era posible pensar que tuviera algún malestar de la conciencia, aunque entonces no sabía que la efímera vida matrimonial de Ángela Vicario había terminado dos horas antes
p. 110: [Victoria Guzmán] “A las 5.30 cumplió la orden de despertarlo”
p. 169: “Cristo Bedoya miró el reloj: eran las 6.56. Entonces subió al segundo piso para convencerse de que Santiago Nasar no había entrado”
p. 170: “En la mesa de noche el reloj de pulsera de Santiago Nasar marcaba las 6.58
p. 179: [Flora Miguel] “Sólo sé que a las seis de la mañana todo el mundo lo sabía
p. 180: “Nadie, ni siquiera un médico, había entrado en esa casa a las 6.45 de la mañana” [en la casa de Flora Miguel, novia de Santiago Nasar]
    
            Varias cosas llaman la atención en estas únicas veinticuatro señales. Para empezar, la insistencia hasta en once ocasiones en precisar numéricamente la hora, anotada al minuto. Reseñable también la repetición de una sola cifra, las 5.30, y la constante alusión a acontecimientos sucedidos en torno a las cuatro. No deja de ser llamativo, en fin, que en las últimas páginas de la novela el narrador se obstine, por medio de Cristo Bedoya (el amigo, el único que de verdad quiso hacer algo para prevenirlo), en concretar primero las 6.56, en su propio reloj, y después las 6.58, la hora más cercana a la del crimen, en el mismísimo reloj de pulsera de Santiago Nasar, que este había dejado por olvido sobre su mesa de noche; de tal suerte que el desenlace se ralentiza con maestría y favorece que la intriga se alargue aún, y ello pese a que tal desenlace había sido anunciado sin ningún reparo –o más bien como una original propuesta de estrategia a la contra, pero tanto más eficaz– ya en la primera frase de la crónica.
           
Hemos comprobado cómo el relato se organiza en una serie de saltos adelante y de saltos atrás, es decir, de anacronías discursivas entre el orden de sucesión en la historia y el orden de sucesión en lo que propiamente denominamos relato. Tanto en las analepsis (retrospectivas) como en las prolepsis (anticipadoras) se pueden distinguir muchos tipos internos que aquí no conviene recorrer, aunque hubiera merecido la pena el examen minucioso de, al menos, el alcance y amplitud de cada anacronía, ya sea de pasado o de futuro. Por “alcance” se entiende la distancia temporal que separa el tiempo incluido en la anacronía respecto del tiempo presente: en este caso unos veintidós años; por “amplitud”, la duración que pueda tener la historia cubierta en la anacronía, que, como se dijo, en la novela que nos ocupa es fundamentalmente de unas cinco horas, desde las dos hasta las siete de la mañana, si bien con la muy rentable posibilidad de desgajarla en dos, justo por la línea divisoria de esas 5.30 horas que dan entrada a la crónica para colocar al personaje protagonista en camino hacia la muerte.
            No obstante, en la recomposición lógico-causal que nos hemos permitido extraer (y que, sospechamos, no ha de andar muy lejos de la que el propio Gabriel García Márquez usó para no extraviarse en los recovecos de la fábula, o más bien en la desmemoria verosímil de su cronista-narrador), se ha creído oportuno distinguir dos frentes, que corren paralelos y que solo se cruzan al principio y al final; además de un tercero que sirve para apuntalar los anteriores, pues redunda en datos que completan y confirman informaciones previas. (Véase el gráfico anexo de la última página).
            Por un lado está Santiago Nasar, la víctima, quien a las dos de la mañana se encuentra de parranda en la casa de María Alejandrina Cervantes, continuándola hasta poco después de las cuatro en las inmediaciones de la quinta del viudo de Xius (adquirida por los recién casados), ajeno él y también sus acompañantes a que la vida matrimonial de Bayardo San Román y Ángela Vicario se había truncado un par de horas antes). Se sabe que Santiago Nasar entra a su casa a las 4.20 y que duerme hasta las 5.30, hora en que es despertado por Victoria Guzmán, según sus órdenes. Sale de ahí a las 6.05, a una hora exacta de ser asesinado en su misma puerta. Un cuarto de hora después, a las 6.20, se halla en el puerto con motivo de la llegada del obispo, que pasa de largo. A las 6.25 se va hacia la plaza del pueblo del brazo de su amigo Cristo Bedoya. Cuando ambos se separan, y de un modo que nadie hubiera previsto, quiere el destino que se detenga en la residencia de su novia, ya a las 6.45, donde es alertado por su suegro de las intenciones de los hermanos Vicario. Entonces, aturdido por una noticia que no entiende, a la que acaso no da crédito, camina de nuevo hacia su casa por el centro de la plaza, siendo ya alrededor de las siete de la mañana.
            La otra línea argumental es la que comandan los gemelos Pedro y Pablo Vicario, que se sienten en la obligación de vengar el honor perdido de su hermana. A las dos están aún de fiesta con Santiago Nasar y con otros en el mentado recinto de María Alejandrina Cervantes. Pero un poco antes de las tres son “llamados de urgencia por su madre”, que los pone al corriente de la devolución de la novia porque el esposo ha descubierto que no es virgen; “dinos quién fue”, le preguntan a Ángela Vicario, y el párrafo siguiente se convierte en todo un alarde de sabiduría literaria, máxime si tenemos en cuenta que la novela no resuelve, ni quiere resolver, la culpabilidad o no de Santiago, antes al contrario: “Ella se demoró apenas el tiempo necesario para decir el nombre. Lo buscó en las tinieblas, lo encontró a primera vista entre los tantos y tantos nombres confundibles de este mundo y del otro, y lo dejó clavado en la pared con su dardo certero, como a una mariposa sin albedrío cuya sentencia estaba escrita desde siempre. –Santiago Nasar– dijo.” A las 3.20 un carnicero amigo los ve coger los cuchillos, con los que entran en la tienda de Clotilde Armenta a las 4.10, y en este lugar permanecen casi tres horas, hasta las siete, salvo el pequeño intervalo que necesitan (hacia las cinco y media) para ir a por otros cuchillos nuevos, ya que el coronel Lázaro Aponte se los había arrebatado para disuadirlos de su increíble determinación. A las 7.05, cinco horas después, vuelven a encontrarse con Santiago Nasar para cumplir el vaticinio, la muerte anunciada.
            Entre tanto, el rumor se había extendido y todo el pueblo sabe desde antes de las seis que los hermanos Vicario andan buscando (o más bien esperando) a Santiago Nasar para matarlo, pues lo creen responsable de la deshonra de su hermana. Tanto Clotilde Armenta como el coronel Lázaro Aponte y el amigo Cristo Bedoya participan en los tímidos intentos para impedir lo inevitable, hasta que la fatalidad se impone con su precisión de tragedia clásica e involucra a todos, incluso a la madre del muerto, que apenas unos segundos antes de consumarse el crimen cierra la puerta por donde su hijo hubiera podido entrar y salvar la vida.
           
La conclusión, en cuanto se refiere a manejos de la temporalidad, es, entonces, fácilmente deducible: Gabriel García Márquez, genial emulador de la tragedia clásica en esta bien denominada “tragedia del trópico”, no solo ha acertado a condensar en ese tiempo de crónica y lectura lo que podría ser el tiempo normal de escenificación de, por poner un ejemplo paradigmático, Edipo Rey de Sófocles, sino que, según he advertido por mi experiencia propia y por otras confidencias ajenas que quiero valorar, una lectura-modelo (aunque me consta que no la hay) o un ritmo de lectura normal (que tampoco) sería aquel que diera cuenta del relato en ese tiempo aproximado de 95 minutos, de tal manera que la andadura de Santiago Nasar desde que se levanta hasta que cae muerto corre paralela (o no es descabellado sincronizarla) con el paseo del lector por sus páginas desde esas 5.30 hasta esas 7.05 de la mañana, con la muy lícita diferencia de que el lector sabe desde un primer momento lo que va a ocurrir, mientras que Santiago solo lo atisba unos quince minutos antes de que suceda, no comprendiéndolo ni siquiera en el último instante, cuando todo el pueblo (incluido el cronista e incluido, ya para siempre, el lector) asisten mudos al sacrificio en que podemos resumir la crónica tensa de tan anunciado desenlace.

julio de 1993 y agosto de 1995




ANEXO  GRÁFICO


Hora         SANTIAGO NASAR       HERMANOS VICARIO     OTROS
  

2.00.….  todos en casa de María Alejandrina Cervantes       Bayardo devuelve
                                                                                                              a Ángela Vicario

3.00 (-).   .......................................        regresan a su casa          ................................
  
3.20......   .......................................        cogen los cuchillos          ................................
  
3.30......   .......................................        ........................................      Clotilde Armenta 
                                                                                                                   abre su tienda
                                                                                                                                      
4.00 (-).  sigue de parranda             .......................................       el coronel Lázaro
                                                                                                              Aponte se levanta
                                                                                                                                      
4.00 (+). frente a la casa de            ......................................        aviso de Clotilde
                los desposados                                                               con la pordiosera
                                                                                                                                      
4.10......   .......................................        entran en la tienda           .................................
                                                                 de Clotilde
  
4.20....    entra en su casa               ......................................         .................................

5.00 (-).   .......................................        ......................................        coronel Lázaro A.
                                                                                                              sale de su casa
 
5.30…..   se levanta                            ......................................        ..................................

6.00 (-).   ........................................       han divulgado                    ……………………...
                                                                sus propósitos       
  
6.00......   ........................................       ......................................         todos lo saben, 
                                                                                         menos Nasar
 
6.05......  sale de su casa                 ......................................         ...................................
 
6.20..…  en el puerto                         .....................................         ……………………....
  
6.25..…  hacia la plaza,                     .....................................         ....................................
                con Cristo Bedoya
  
6.45..…  es advertido en                  ,....................................         …………………….....
                casa de su novia
  
6.56......   ........................................       ………………………..        Cristo Bedoya busca 
                                                                                                              a Nasar en su casa
                                                                                                                           
6.58......   ........................................       ………………………..        Cristo Bedoya en 
                                                                                                                  el cuarto de Nasar
 
7.05...... PEDRO Y PABLO VICARIO ASESINAN A SANTIAGO NASAR FRENTE
                  A LA PUERTA DE SU CASA, CON TODO EL PUEBLO POR TESTIGO
             

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